Decir lo que sentimos, sentir lo que decimos, concordar las palabras con la mente. (Séneca)

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viernes, 21 de diciembre de 2012

Medio ángel, medio demonio

Soy una persona afortunada. Así lo digo, con rotundidad, que en estas cosas no dudo. De salud, gracias a Dios, muy bien. Familia, siempre a mi lado. Amigos, los justos, pero de los buenos. Amor, depende del momento; se puede decir que sigo buscando, como mucha otra gente. Y encima trabajo en lo que adoro. Ya se lo vaticinó a mi madre el médico que me vio venir al mundo: "Su hija será una persona afortunada" Esto tan bonito lo dijo porque nací en martes y trece, y supongo que fue para quitarle hierro a la dichosa superstición. Pero me gusta pensar que tuvo alguna razón más profunda para decirlo, un pálpito. Yo soy así de espiritual, qué le voy a hacer. Ahora, no os vayáis a pensar que vivo permanentemente en Los mundos de Yupi, que tan repipi y súper happy no soy. Como todo hijo de vecino, hay días en los que salgo del trabajo más cabreada que una mona. La semana pasada, sin ir más lejos.


¿Pues no voy y me entero de que uno de mis alumnos le había bajado los pantalones a otro en el patio? Una broma, dicen ellos. Pues ni puñetera la gracia. Me lo contaron otros niños que habían sido testigos. Total, que voy y le pregunto al bajador de pantalones que por qué lo ha hecho. Se encoge de hombros, me mira y me dice: "Porque he querido". Con dos cojones. Y lo más grave es que ya se lo hizo el año pasado a otro, con la consecuente expulsión. Así que ahí estaba yo, frente al reincidente, preguntándome qué narices le pasa por la cabeza a un chaval de 14 años para hacer semejante estupidez. Y no se me ocurría nada. Al pobre que sufrió la bromita no le conozco, pero me imagino que será un niño tímido, de los que no se meten nunca con nadie, ni vacilan, ni se chulean. Alguien que no se va a liar a guantazos con el que le toque las narices. Un buen niño. Débil, piensan los malotes. Yo no estoy de acuerdo. Más débil es el que se deja llevar por la masa y se mete en líos porque los coleguitas de turno se lo dicen. No es débil una persona que, a pesar de no ser el rey del mambo en el patio, sigue siendo como es. Pero bueno, ésa es otra historia.

Total, que yo creo que los chavales huelen a los que ellos consideran un blanco fácil. Los buscan. Entre bajarle los pantalones a alguien que te la va a devolver y bajárselos a alguien que probablemente se va a poner a llorar, la cosa está clara. El que no se va a defender, ya sea porque no quiere, o porque no puede, o porque no sabe, está en el punto de mira. Así de malos somos. Unos demonios. Es nuestra mitad malvada, y  la de los niños o los adolescentes puede llegar a ser muy cruel. Aunque también es cierto que son dueños de una gran nobleza de corazón, lo he visto mil veces.

El caso es que uno o dos días después de salir hecha una furia del trabajo, estaba en el autobús y subieron unas señoras, varias de ellas bastante mayores. A mí la verdad es que el transporte público me gusta bastante, no sé si será por la compañía de viajar juntos, por el ratito ése que puedes pasar mirando por la ventanilla, o leyendo, o escuchando música, o por el hecho de ir tranquilamente pensando en tus cosas. O, por qué no decirlo, porque de vez en cuando se aprende mucho de lo que van comentando los de al lado. Pues eso, que iba yo en el autobús, y una de las señoras le dijo a las otras que casi la roban en el súper. Que menos mal que se dio cuenta de que la estaban sacando el monedero del bolso. Que después robaron a una viejecita, y que la pobre se puso a llorar. "Hacerle eso a una viejecita es como hacérselo a un ciego. No se pueden defender, eso no tiene perdón", se lamentó una de sus compañeras.

Y entonces me acordé de la bajada de pantalones. De la búsqueda de blancos fáciles. De mi alumno y su fea costumbre. Del medio demonio que llevamos dentro. Me di cuenta de que la señora no se había explicado bien, que intentar robar a alguien es feo se lo hagas a quien se lo hagas, pero entendí lo que quería decir. Me alegré de descubrir que existe esa otra mitad angelical dentro de nosotros, que nos ayuda a compensar la mala leche que a veces gastamos. Me pregunto si a esa señora del autobús le gustaría ir a darle una charla sobre bajadas de pantalones a mi alumno... Creo que al susodicho le vendría bien.


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