Decir lo que sentimos, sentir lo que decimos, concordar las palabras con la mente. (Séneca)

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martes, 21 de julio de 2015

Valió la pena

Una de las grandes (enormes) ventajas de ser profe es que llega el verano y puedes fardar de dos meses de vacaciones. Encima dos de 31 días. 62 días. 1488 horas, con sus minutos y segundos para hacer lo que te salga de las narices, incluso no hacer nada, que también lleva su tiempo. Por eso, ahora que puedo me he puesto las pilas y he vuelto a darle caña a la salsa, a la de menear el culo, se entiende. Y resulta que mi querido Marc Anthony va y vuelve a Madrid... 
No sé si habrá alguien en este planeta que no sepa quién es Marc Anthony. Marco Antonio en su partida de nacimiento. Puertorriqueño y rey de la salsa. La verdad es que si le ves no caes enamorada, ya sabemos que Ricky Martin se llevó todo el sex appeal de Puerto Rico. Pero canta... Escucharle es una experiencia religiosa.

Hace unos días dio un concierto en Madrid, en el estadio Calderón, que en vez de tener hombres vestidos de rojiblanco corriendo por su césped, se llenó de mujeres (mayoritariamente) loquitas por los huesecillos de mi Marc, que ahí donde le veis es un latin lover. Una amiga estuvo y casi le lanzó el sujetador, como le hacían a Jesulín de Ubrique en sus tiempos mozos. Yo me lo perdí, qué pena, aunque pensándolo mejor, prefiero tenerle para mí sola en mi MP3, que tirarme de los pelos con alguna lagarta para verle de lejos. Soy una romántica.

Resulta que Marc Anthony se ha casado cuatro veces, ahí es nada. Una de ellas, con una Miss Universo. Otra, con la archiconocida Jennifer López, que dicen se aseguró el pandero, que le aporta mucho money. Todas son mujeres guapísimas y bien dotadas por la madre naturaleza, tan caprichosa que distribuye sus dones como le viene en gana, sin pensar en el reparto equitativo, ni el bien común, ni mierdas. La última mujer no iba a ser menos, claro. Modelo. Espectacular. Unos pechos tamaño XXL y antigravedad, será que las leyes de la física tienen vacíos legales, o será que alguien los ha llenado de helio y se los ha dejado ahí arriba, en la estratosfera. Voy a ser buena y no diré nada de silic...ups. Tarde.

Marc tiene cuarenta y muchos y su actual esposa tiene veinte años menos. Les ves juntos en las fotos y ella le saca una cabeza, por no hablar de que una sola de sus perolas (las de ella) es del tamaño de su cabeza (la de él). ¿Amor? Ay, no puedo evitar ser mala, permitídmelo.

Yo veo estas parejas más como un intercambio de bienes, algo parecido al comercio de toda la vida. Él quiere una tía buena a su lado que le alegre la vista y el tacto, sin arrugas ni pechos colganderos. Ella quiere un hombre famoso y rico, un monedero con patas que le permita disfrutar del lujo a tutiplén y con quien salir en las revistas de medio mundo. Unas firmitas y punto. Puede haber amor, me dirán algunos. O puede que surja después. Es verdad. Yo lo veo poco probable, pero que Dios me libre de quitarle la ilusión a los románticos. Qué poca fe en la humanidad tienes, me decía hace nada una amiga. No, perdona, fe tengo mucha, lo que ya no me creo son las historias de Disney, que tengo una edad.

Por eso, cuando escucho a Marc cantar lo de mirándote a los ojos se responden mis porqués, no me lo imagino diciéndoselo a su última mujer. Con esos pechos es muy difícil mirarla a los ojos, de verdad. Será un eufemismo, o una metáfora, que Marc es un poeta.

Lo que me gusta de él es que luego se sincera. Habrá pensado que mejor ser realista y dejarse de tanto adorno retórico. Y dice que vivan los momentos en tu boca y en tu cuerpo, mujeeeeeeeeer... Eso ya me cuadra más, hombre. Normal que luego cantes valió la pena.


  


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